Hace un tiempo que venía cayendo una y otra vez, tanto, que esos bracitos se cansaron de tener que recogerme siempre, y creí que ya no los tenía así que lloré, pero de repente, me tomaron de las manos para ayudarme a seguir, para que aprenda a caminar de una vez y ya no me ayuden, si no que caminen a mi lado en el infinito amanecer, junto a la nubes y las copas de los árboles, aún tomándome las manos. Esos bracitos son los mejores, por que son de alguien chiquitito chiquitito ¡como un poto de ají!
Al final, diré que esas caídas hacen que crezca un poquito más cada vez que me hago una herida, y que si crezco lo suficiente
Me gustas mucho.
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