Zamiz.

Hay personas que son mejores que el resto.

Una de esas personas siempre pasa desapercibida, anda por el mundo mejorando cosas, anda sincero y simple, anda sigiloso con su buen corazón.

Pocos lo valoran, incluso hasta a mi a veces se me olvida lo importante que en realidad es, se me olvidan todas las veces que ha estado ahí, lo mucho que puedo confiar y apoyarme en él.

Resulta que uno olvida rápido lo bueno, pero lo malo lo recuerda seguido. Lo mismo pasa con las personas. Uno siempre recuerda los errores que han cometido, uno siempre recuerda a la gente que no vale la pena.

Cuando en realidad debería estar recordando y agradeciendo por esos que a uno se le olvidan, pero que aparecen en la mente de manera repentina te hacen feliz. A uno se le olvida la gente tranquila, la gente honesta.

A mi se me olvida mi buen amigo. Y la verdad es que estoy tan metida en el caos entre la emoción, la necesidad, la lógica y la realidad, que no me he dado el tiempo de disfrutar de recuerdos, de pensar y sobre todo de agradecer.

Gracias.

Por estar ahí de forma desapercibida, desinteresada y honesta. Gracias por aguantar mis tonteras, y tengo muchas. Gracias por contarme tus anécdotas, tus molestias y tus felicidades, por hacerme parte de tu vida. Gracias por escuchar de verdad las mías, por ayudarme en este sube y baja que estoy pasando.
Gracias por ser un compañero distinto de todos los que he llamado amigos hasta ahora.

Gracias por recordarme que no estoy del todo sola.