"Vivimos al borde del sentido."

2.23.2017

Ser madre.

Si con apenas 10 años te conviertes en madre, es entendible que lo único que tengas en el fondo de tu corazón, bien enterrado y escondido, sea un dolor tan grande como el universo.
Es entendible que te sientas insegura y aterrada, que busques ser contenida por otros, pero ese dolor y ese miedo no se van. Y no se van a ir ni con el amor más fuerte.

Es una cárcel. Desde hace 13 años vengo cuidando a una niña de 7, que sigue teniendo los mismos 7. Una niña que siempre tiene la razón, que todavía culpa a sus padres por todas las decisiones que tomó mal, que no es capaz de soltar las cosas, que su orgullo es más grande que su casa y que es dueña de todo lo que le rodea, lo monitorea y lo controla sin aceptar que las cosas se añejan, se rompen y mueren.
Tiene sentido que sus otros dos hijos vivan tan lejos.
Tiene sentido que su hijo estuviera sumido en tal depresión.
Tiene sentido que hasta yo me esté volviendo loca.

Tiene infinito sentido que a pesar de todos mis intentos por ser más feliz en el día a día, siga sintiendo que me hundo y me ahogo.

Pero no me importan las razones. Yo dejo ir, perdono, y acepto mis errores y mis culpas. Yo lo único que quiero es dejar de ser la madre de mi madre, quiero que me escuche y me entienda sin dar su monólogo a la defensiva con saltos temporales de cosas que pasaron hace 20 años.

Extraño a mi mamá. Pero soy una niña rota más, en este planeta de niños vacíos. Soy un dolor más en este universo, soy otra energía sin contener, soy otra más, y nada más.

Extraño tanto a mi mamá. 

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