"Vivimos al borde del sentido."

7.14.2015

Un cuento 14.07.2015 (19.13)

¿Quieres que te cuente lo que pasó?
Tocaste la puerta de mi casa y me dijiste que tenía que ir contigo, que era urgente, así que te seguí. Cruzamos tres calles, doblamos a la izquierda en esa plaza y seguimos otros diez minutos derecho, llegamos a un camino de tierra lleno de árboles muy altos. No dijiste nada en todo el camino, aunque yo te preguntaba una y otra vez qué era tan urgente, porque ibas muy lento y contemplativo, demasiado. Ibas mirando todo como si nunca antes hubieras caminado por estas calles, asombrándote por las cosas que hay siempre y riéndote sólo, como un loco.
Cuando llegamos a un claro en el camino ya era la una y media de la mañana, te dije que era tarde, pero tú, nada. Parecías autista, pensé que estabas drogado, entonces te quedaste quieto, mirando hacia la nada y dijiste: '¿lo ves, lo ves? Es tan bonito.' Obviamente no había nada, hablaste de luces tenues, de colores cambiantes y de personitas muy pequeñas que caminaban por tu cuerpo y por el mío. Yo seguía sin ver, ni sentir nada. Después me invitaste a cruzar el arco que nos llevaba a su dimensión, te agachaste y arrastraste por el piso hasta llegar unos metros más allá, mientras yo caminaba a tu lado. Gritabas que era muy estrecho, que se hacía cada vez más pequeño, que no podías respirar, pero que valía la pena. Que sólo así ibas a conocerle.
Cuando te pudiste levantar te pusiste a hablar solo, yo ya no estaba en tu visión. 
"¿Por qué ella no puede entrar? ¿Va a poder en algún momento? ¿Y si yo le enseño? Es que quiero que los vea, que los conozca. Quiero que todo el mundo los conozca, son lo más increíble que he conocido en mi vida, quiero compartirlos, por favor."
Y entonces te pusiste a balbucear como un loco, hacías la mímica de tener pequeños seres sobre ti, ponías caras mientras balbuceabas como si de verdad hablaras con ellos. Entonces te pusiste a reír y a reír y a reír y a reír sin parar, te enrojecías sin poder respira, hasta que por fin inhalabas. Dijiste que te hacían cosquillas, que por favor se detuvieran, así que me acerqué un poco y fue como si despertaras. Me miraste y me dijiste: 'Lo mataste, lo pisaste, ¡córrete! ¡Está muerto!'
Así que asustada me moví. Entonces te reíste de nuevo y supuse que no lo había matado, a quienquiera que hubiese matado, me senté cerca mientras te miraba. No sabes cuánto miedo tenía y tu ni siquiera estabas en el mismo lugar que yo. ¿Dónde estabas? ¡Tenía tanto miedo!
Pasaron unas horas en que seguías balbuceando, riéndote y revolcándote por el suelo y de repente me miraste con los mismos ojos que mirabas el claro cuando recién llegamos. Tenías la mirada llena de vida, pero yo sabía que no me mirabas a mi, era más como si vieras a través mío, y te levantaste con total quietud, caminaste lento, como sintiendo cada movimiento hasta que te quedaste cerca y estiraste tu mano. Pusiste tu mano en mi mejilla y la acariciaste lentamente, con toda la calma, con todo el amor que jamás me habías dado, y dijiste: 
'Por fin te conozco, ahora puedo ser feliz, puedo morir en paz y volver a la vida. Gracias por mostrarte ante mis ojos precarios y mi corazón impuro. Gracias.'
Entonces, mientras me traspasabas con esos ojos y con la mano aún estirada, te acostaste lentamente en el suelo, me seguías mirando, hasta que cerraste los ojos de golpe y te pusiste a convulsionar. Para entonces el terror se volvió preocupación y pensé que te ibas a morir, llamé a una ambulancia.
Has estado tres años en coma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario